Juguete de nadie decía...


Aquí estoy.
Tirada en la cama. Dejando las ideas vagar por los recovecos más inusuales de esta mente perdida. Pensando en mi futuro perfecto, lo que es y lo que pudo haber sido, ideas que, a fin de cuentas se quedan en nada.

Apenas veo el color del cielo de mi habitación, pues las lágrimas vuelven una y otra vez. Se adueñan del verde de mis ojos y a medida que pasa el tiempo pierden su brillo.
Aparecieron de igual forma que lo hace el chico que quieres, diciéndote palabras casuales que no hacen otra cosa que alimentar tu ilusión. No sabe lo que duele.
Te has convertido en el desahogo en sus momentos de pasión a las cuatro de la mañana.
Lo sabes. No haces nada, porque prefieres pensar que te quiere, o en su caso, que algún día logrará hacerlo. Has pasado a ser lo que siempre te perjuraste que no serías.
Su marioneta.
Su juguete.
Su muñeca. Y eso eres. Una muñeca con la cara rota, y sin brillo en la sonrisa.
Solo hay lágrimas de plata en una cara de porcelana

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