Fría compañía.

Me gusta ver llover porque asocio cada gota que se desliza por el cristal a esas penas no lloradas del pasado.
Gota que llega el final de la ventana y desaparece.
Una pena a la que no das importancia pero que te hace más fuerte.
Compruebo que ninguna de esas trasparentes señoritas sigue dos veces el mismo camino. No se repiten.
Toman caminos diferentes.
Se deslizan y llevan a sus compañeras por delante. Compañeras que terminarán en ese hueco oscuro que hay en la pared.

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