J.B.L.

Aún con las rodillas echas trizas no te dejas vencer.
La cara manchada de barro y sudor no te impide verlo todo.
Los números en la camiseta apenas se reconocen, pero eso no logra evitar que sepa que eres tu, pues debajo de la portería no puede haber otro mejor.
Los guantes rotos de tantas paradas logradas pero con las costuras bien amarradas de los innumerables errores del pasado que te han servido para aprender.
Las botas con un par de tacos menos, no importa, eso no te hará temblar los tobillos al parar ese penalti decisivo.
Sabrás encajar los golpes de la vida, pues cuentas con tus mejores amigos en la defensa del equipo.
Ellos son los porteros de tu vida.
Y tu el de la mía.
Gracias.

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