Midnight.

¿Que salida se supone que hay que elegir cuándo todos los caminos están oscuros?
Cuándo las opciones que creías inquebrantables se fragmentan como los cubitos de hielo en un ancho vaso de whisky.
Cuándo, cada nuevo día, se hace más negro que el anterior y los minutos se convierten en agonía.
Agonía más fuerte que la de un preso que no acepta su inminente sentencia de muerte, con la horca a escasos centímetros de su frágil cuello.
Que la vida solo dura lo que tardas en contar una historia a media noche.
Que la bella dama frustración se apodera de mí una vez más con sus guantes de terciopelo blanco.
Se hace demasiado duro luchar contra ella, así que opto por dejarme llevar.
Que me acune en sus brazos.
O me golpee a su antojo contra las paredes de la jodida realidad.
Puede decidir sacarme de los sueños de princesas y esas mierdas que tan de moda están ahora o meterme más de lleno.
Cuento, con que siempre quedará alguien lo suficientemente cerca, para que me anime a seguir o que tire de mí cuándo me estanque en lo conocido como habitual.

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