La mano que evitaba que nadie se ahogara.

No quería sentimientos, el precio a pagar era demasiado alto.
Para ella el dolor se había vuelto costumbre.
Vivía como todos. A prueba de desilusiones.
El zapato de princesa no era de su talla. Ya era algo habitual.
Se arrastraba entre un tropiezo y otro.
Ya no había brillo en los ojos ni aunque le aguantase la mirada al sol en pleno verano.
Era tanto su dolor que alzar la vista era como bailar sobre agujas.
Un más no siempre sumaba.
Había sido la flor más bonita de aquel jardín que eran sus palabras.
Hoy es la más marchita pero, a pesar de eso sigue destacando.
El sugus de limón.
Las cuerdas de la guitarra que a más cantantes hubo inspirado.
Ella es un fue.
Es pasado.
Se consuela pensando que todas acabarán ahí.

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