La sonrisa que degenera mi esencia.

Como en cualquier asunto, habrá gente que no comprenda las razones que nos llevan a hacer determinadas cosas en esta existencia.
Osada supervivencia.
A pesar de no ser comprendida, yo sí seguiría la luz al final del túnel; ese túnel que todos hemos nombrado alguna vez y en el que no podemos inmiscuirnos bajo ningún concepto.
Ni para echar una ojeada.
Iría tras ella porque tengo la puta certeza que es el fulgor que proporciona su sonrisa.
La escoltaría hasta que la última parada de la travesía fuera el infierno.
A pesar del dolor que ocasiona en mi piel una tormenta de magma incandescente.
Aunque el mundo dé motivos para hacer lo contrario, me encargaré de que brille cada mañana con más fuerza, pues así seguimos con vida los dos.
Yo, en esa cueva llamada muerte, buscando la salida marcada por su resplandor.
El, al otro lado luchando por que siga brillando para mí.
Es cautivador ver como un navío despistado, busca el consuelo y el rumbo a seguir en un simple faro arraigado en la negrura más angustiosa de un remoto abismo.
Yo no busco esa torre.
Solo anhelo el consuelo en su sonrisa, un segundo de aliento que me de la fuerza ineludible para que pueda salir de esa gruta tan lóbrega que me aflige al despuntar el día.
En mi defensa diré que...
Es lo eterno.
Mi bella ruina.
Seductor suplicio.
Insensata suicida.

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