Un vicio demasiado caro.

Prefería pasar frío que buscar calor en unos brazos ajenos a los suyos.
Evitando las miradas que hubieran podido reflejar su rostro demacrado y hundido.
Esconder las manos bajo un ancho jersey no haría que los cortes en la cara interna de sus muñecas dolieran menos.
Ese chándal holgado sigue ocultando los arañazos que ella misma se produce por culpa de la impotencia y la rabia madrugada tras madrugada.
No derrama lágrimas.
Es valiente.
Continúa siéndolo a pesar de todo.
Sonrisas finjidas que ayudan a evitar que anden tras de sí a todas horas azotándola con los putos "¿Estás bien?" "¿Qué te pasa?".
Ha dejado de escribir, porque ¿De que sirve regalarle hermosas palabras a alguien que ya no está junto a ti para leerlas?
No muestra la voz dulce con la que solía cantarle bajito, al oído, canciones para que se quedara dormido en su regazo.
Preferiría pisar cristales echos añicos sin zapatos que volverse a enamorar así de alguien.
Sería volver a querer para terminar perdiendo de nuevo.
Pueden permitirse el amor aquellas personas que carecen de sentimientos.
Las heridas acabarán cicatrizando.
Pero ella, acabó siendo la sombra de esa Julieta, de las obras del gran William Shakespeare.

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